Los probióticos son microorganismos vivos no patógenos y no productores de toxinas que proporcionan un efecto beneficioso en el cuerpo humano cuando se consumen sistemáticamente.

Nuestros intestinos contienen microorganismos que los poblaron al nacer y en el proceso de colonización. Muchas de estas bacterias se consideran beneficiosas o "amistosas", su otro nombre es no patógenas. Las funciones de estas bacterias incluyen la conversión de fibra en ácidos grasos de cadena corta, la síntesis de ciertas vitaminas y el apoyo al sistema inmunológico del cuerpo. El uso de probióticos puede ayudar a aumentar la cantidad de bacterias beneficiosas.

En esencia, los probióticos son microorganismos que proporcionan una variedad de efectos beneficiosos para nuestra salud cuando se consumen en la cantidad adecuada.

¿En qué casos pueden ayudar los probióticos?

Los probióticos pueden ayudar a reducir el estreñimiento, incluso el que se presenta con el síndrome del intestino irritable con predominio del estreñimiento. Varios estudios han demostrado que la adición de ciertas cepas probióticas puede reducir el estreñimiento tanto en adultos como en niños.

Los probióticos también pueden ayudar con la diarrea. Varios estudios han demostrado que los probióticos reducen la frecuencia de las deposiciones en caso de diarrea asociada a una infección que se produce por intoxicación alimentaria y gastroenteritis, comúnmente conocida como "gripe estomacal".

Hoy en día, cualquiera puede utilizarlo en su dieta en forma de cápsulas, suplementos dietéticos o con la comida. Al mismo tiempo, los alimentos fermentados como el chucrut, el kéfir y el yogur son especialmente ricos en probióticos. Pero ¿cómo compensaban los habitantes indígenas de territorios remotos, por ejemplo, la fría y nevada Siberia, la falta de probióticos en su dieta?

Tradiciones históricas de la comida siberiana.

El uso de los “regalos del bosque” es una de las características principales de la cocina tradicional siberiana. Los habitantes de todas partes hacían acopio de piñones para todo el invierno. Los frutos secos eran un plato constante en las reuniones familiares y tribales. De los piñones se extraía aceite. Una bebida puramente siberiana era la “leche de piñones”, hecha a partir de piñones triturados.

Las bebidas tradicionales de Siberia eran las compotas y la gelatina de bayas. La base de estas bebidas eran infusiones de hojas de grosella, hierbas, miel y bayas.

Las bayas se secaban y se ponían a remojo (se llenaban de agua de manantial con miel). Así se conservaban los arándanos rojos, arándanos silvestres y arándanos azules, que en invierno estaban igual de frescos. Los siberianos secaban las fresas y las cerezas silvestres y luego las añadían a los pasteles. Los arándanos rojos eran especialmente populares entre los lugareños.

El siberiano típico de los siglos XVII-XIX siempre contaba con una reserva de setas de la taiga. Es curioso que bajo el concepto de "setas" sólo se entendieran las peras o las blancas.

La miel era un manjar favorito de los indígenas siberianos. Incluso se servía como plato aparte. ¡El pan y hasta los pepinos frescos se mojaban en miel! Se añadía a platos magros, como las gachas o la gelatina.

A los rusos les gustaba guisar el cerdo con col y la ternera con patatas. Con la llegada de los investigadores rusos, empezaron a aparecer platos más suntuosos: stroganoff de ternera, filetes, entrecot, pollo relleno, pero este período se produjo solo en la segunda mitad del siglo XIX.

Como se puede observar, en aquella época los productos lácteos se consideraban un déficit en la dieta siberiana y eran muy escasos. Algunos habitantes del sur de Siberia, gracias al clima más templado, aún tenían acceso a una fuente permanente de probióticos: se dedicaban a la cría de ganado desde hacía varios siglos.

De los platos lácteos, el requesón, la crema agria y los quesos se utilizaban sobre todo. Los quesos se elaboraban a partir de requesón, añadiendo huevos y manteniéndolos bajo presión. En invierno, la leche se congelaba en "círculos", era conveniente almacenarlos o llevarlos de viaje (en una expedición de caza, por ejemplo). A veces, antes de congelarlos, la leche se mezclaba con huevos crudos. No es de extrañar que sea el sur de Siberia el que sigue batiendo récords entre todas las regiones de Rusia en cuanto a número de centenarios.

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